Día De Muertos-Cap 3-Ariel.

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Los primeros ataques fueron descritos como ataques de personas psicóticas  influenciadas por drogas o fanáticas religiosas.
Cada canal de televisión tenía una teoría diferente.

Pero todos concordaban en algo.
Los atacantes devoraban a sus victimas.

En ese entonces me encontraba trabajando en una tienda de discos en el centro de la ciudad; nada sorprendente, pero tenia una total libertad.

Trabajaba de 10 de la mañana a 7 de la tarde, un gran horario a mi parecer.

La tienda se encontraba en un centro comercial de pequeños locales, era una tienda pequeña, no formaba parte de una gran cadena de tiendas de música.

La fecha, 23 de diciembre.

El número de clientes que visitaban la tienda crecía en estas fechas; pero no tanto como en otro tipo de tiendas.

Sin embargo, ese día recibí la visita de mi pequeña vecina,  su nombre era Ariel, de 11 años de edad, venia acompañada de su padre.
Querían un regalo de navidad para su hermano mayor, un apasionado joven amante de la música.
Me dio mucho gusto ayudarles, recomendarles algunos grupos musicales y los nuevos álbumes de música, algo que le gustara a su hermano.

Dejaron la tienda llevándose un par de discos consigo, un buen regalo navideño.
Salieron de la tienda con la intención de  continuar con sus compras.

Su visita fue cerca de las 7 de la noche, casi a mi hora de salida. Las tiendas estaban aún abiertas y a la espera de compras navideñas.
Pero algo extraño sucedió esa noche.

Cerré la tienda a las 7:23, todo lo que quería ahora era un cigarrillo y una taza caliente de café.
Un buen descanso.

Eso nunca sucedería.

Al llegar a la salida principal del centro comercial me encontré con un retén policiaco, algo malo había sucedido y no estaban dejando salir a nadie.
Al principio mantuve la calma, asumí que se trataba de algún robo y los ladrones se encontraban acorralados.
O quizá alguna pelea.

Eso habría sido lo mejor.

Me encontré con la pequeña Ariel y su padre, un hombre de 34 años llamado julio.
Me acerque a julio para preguntarle si sabía algo de lo sucedido.

Lo que me contó me quito el aliento.

Dos mujeres habían sido asesinadas afuera del edificio, la policía fue alertada de un ataque monstruoso.
Las dos mujeres fueron devoradas y destrozadas, solo se sabía que eran mujeres por su ropa destrozada y sus bolsos.
Sus cuerpos fueron destrozados.

La policía estaba buscando a algún animal lo suficientemente grande y salvaje como para acometer tal atrocidad.
Un oso, un león o tigre, tal vez escapado de algún zoológico o circo cercano; un animal salvaje.

No permitían la salida del centro comercial a nadie, al menos hasta que la policía se asegurara que la bestia no se encontraba en las cercanías.
Muchas personas vivían cerca del lugar y llegaron a pie, así que tendrían que irse de la misma forma, eso los expondría a un ataque similar.

Lo mejor que todos podíamos hacer era esperar y agradecer que no fuéramos nosotros las victimas de tan desafortunado ataque.

Decidimos alejarnos de la entrada principal y tomar asiento en unas pequeñas mesas de concreto.
Ariel se encontraba jugueteando en la fuente, su padre y yo fumábamos un cigarrillo.

Empezábamos a relajarnos un poco y a charlar de cosas triviales.

Un golpe seco nos empujó fuera de ese estado de relajación, alguien había caído desde el tercer piso, justo enfrente de la fuente.
Alguien había muerto.
O eso fue lo que pensamos.

Rápidamente nos dirigimos a la fuente, lo que encontramos fue aterrador.
Teníamos frente a nosotros a un hombre, un hombre con el rostro llenos de sangre y con sus brazos destrozados.
Su cuello estaba inclinado de forma antinatural.

Lo que vimos no era ya un hombre.
Y lo que hiso tampoco era de hombres.

Se dirigió a la pequeña Ariel, sus movimientos no se vieron afectados por sus heridas, nosotros nos quedamos petrificados, no podíamos dar crédito a lo que veíamos.

Reaccionamos demasiado tarde.
Muy tarde.

El bastardo tomo a Ariel del cabello y la levanto sin ningún problema.
La acerco a su boca.
Y de un solo bocado arranco la mitad del pequeño cuello de Ariel.

La sangre se desbordo.
La cabeza de Ariel colgaba de lo que quedaba de su cuello.

El bastardo la estaba devorando.
Fue en ese momento cuando el caos comenzó.

Fue en ese momento en que la vida de la pequeña Ariel termino.
Y de cierta forma.
La mía también termino en ese momento.


 -Casandra Pleasance Liddell 




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