El mismo sueño cap-3

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Recuerdo cuando llego a la pensión, una chica universitaria, hermosa y juvenil, una mujer como nunca antes había conocido; la casera nos presentó, dijo que se llamaba Sofía, y que se quedaría en el cuarto contiguo al mío.

Sofía.

Una chica universitaria.

Yo, un joven de preparatoria tratando de mostrar un poco de independencia, con un empleo de medio tiempo y un lugar en una escuela normal.

Un chico normal.

Durante las primeras semanas Sofía no daba señales de vida, yo tenía instrucciones de no molestarla en ningún momento, la casera decía que una estudiante universitaria necesitaba tranquilidad, siempre desconfió de un estudiante menor de edad.

Sofía era pelirroja, su cabello era lo primero que destacaba, lo segundo era su cuerpo, realmente delgado, tal vez demasiado para considerarse un cuerpo sano.

Su piel era pálida, una tonalidad marfil.

Una mujer realmente hermosa.

La primera vez que cruzamos palabra fue una noche lluviosa, la casera se encontraba durmiendo, había ido a refugiarse a su habitación, siempre atemorizada por las tormentas eléctricas, dado que su esposo había muerto en una, alcanzado por un rayo en medio del campo, muerto al instante.

 Yo me encontraba en mi habitación, tratando de realizar un poco de tarea, sin mucho éxito; el golpeteo de las gotas de lluvia me distraía, poniendo imágenes fantasiosas en mi mente, llenándome con humedad.

Golpeteos.
Los nudillos de una mano golpeaban mi puerta, el sonido era tenue, por momentos fundido a los golpeteos de las gotas de lluvia en las ventanas.

Sofía llamaba a mi puerta.

Nadie más que ella podía ser.

Abrí la puerta, su cabello rojo atraía por completo mi atención, como un señuelo, como una fogata atrayendo a un insecto en medio de la oscura noche.

No articulo palabra alguna, solo se quedó mirándome a los ojos, por un momento creí que se encontraba molesta conmigo, aunque sabía que eso era imposible, nunca le había hecho nada para que se molestara, incluso trataba de evitarla.

Ese pensamiento se desvaneció.

Sofía me mostro una sonrisa radiante, unos dientes muy blancos, tanto como su piel.

-       Realmente eres muy serio, tal y como dijo la casera.

No supe que decir.

-       ¿Me dejarías pasar? Estoy algo aburrida y no me caería nada mal un poco de compañía.

Me hice a un lado, Sofía entro en la habitación, traía consigo una bolsa de papas fritas y un par de cervezas de lata.

-       A pesar de vivir en la misma casa no hemos hablado demasiado, sabes, además tenemos habitaciones contiguas.
Deberíamos ser amigos.

Mi mente comenzaba a procesar todo lentamente.

-       Pero somos de distinta edad, alguien como yo, te aburriría.

-       ¿alguien como tú?

Sofía destapo una cerveza, me la ofreció sin preguntarme si tomaba, yo la tome sin protestar.

-       No deberías subestimarte tanto, podemos ser grandes amigos, solo debes dejar todas las dudas a un lado, debes de ser tú mismo, en todos los aspectos, solo así seremos amigos.

-       A menos claro, que no desees ser amigo mío.

-       Claro que me gustaría ser tu amigo.

Bebí un gran sorbo de la cerveza que tenía en mis manos, Sofía hizo lo mismo, un brindis silencioso.

Pasamos la noche hablando, de todo tipo de cosas, cosas sin sentido, cosas irrelevantes, cosas del día a día, pequeñas cosas que nos ayudaron a conocernos mejor, nos ayudaron a acortar un poco una brecha inexistente.

La tormenta duro toda la noche.

Permanecimos despiertos hasta las 3 de la madrugada.

Al despertar Sofía seguía en mi habitación.

A mi lado, donde siempre debió de haber permanecido….


Al despertar.

La campana del campus avisando que las clases comenzarían me despertó.

Mi clase estaba a punto de comenzar, el mismo sueño me brindo una sensación de melancolía que se quedó conmigo el resto del día.
Una melancolía que nunca me ha dejado.

Una melancolía que llego el mismo día en que Sofía entro a mi cuarto.




-MARIUS VON CHESHIRE 


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